viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Por qué nos 'encanta' Mc Donald's?


Deje de lado lo refinado

Cuando la gente lee reseñas de restaurantes en publicaciones especializadas y revistas de entretenimiento, lo que encuentra generalmente es publicidad disfrazada de reportaje. Dicha publicidad trata principalmente de lugares “refinados” y costosos.

En esta ocasión nos ocuparemos de un lugar costoso, pero no refinado. Mc Donald’s es el restaurante de comida rápida más famoso en el planeta. No hace falta remitirnos a estudio de mercado alguno o estadística; sino que alcanza con preguntarle a cualquier niño: “¿A dónde te gusta que te lleven a comer tus papás?” y la respuesta será casi inmediata, con una sonrisa de ilusión incluida.

¿Dónde puede encontrar un restaurante de estos? Prácticamente en todo México y el mundo. Tan sólo en la ciudad de Guadalajara, Mc Donald’s cuenta con 14 sucursales y seguirá abriendo más (cinco sucursales nuevas al día a nivel mundial, según gestiopolis.com).

Así se vive

Por si usted es una de esas rarezas que nunca ha pisado un Mc Donald’s, cuando se decida a hacerlo, vivirá la experiencia así:

Atrás de una serie de computadores color azul encontrará jovencitos y muchachas en vaqueros azules y camisas polo color rojo, con delgadas líneas en amarillo. Estos jóvenes de gorra lo saludarán mecánicamente y le preguntarán que es lo que desea ingerir.

Con la ayuda de las engañosas imágenes que están colocadas donde todo comensal las puede ver, usted se decidirá por una hamburguesa y sus complementos. El joven o la chica tratarán de persuadirlo (y esto siempre es así) para que usted se lleve una hamburguesa más grande, le agregue más ingredientes o disfrute un postre más calórico aún.

Es aquí donde entra la justificación de por qué decimos que Mc Donald’s es costoso pero no refinado. Lo que usted vislumbra como una comida sencilla puede terminar siendo “mejorada” por tocino, guacamole, algún pan especial y un McFlurry con un poquito más de galletas. Todo en tamaño extra, lo cual aumentará considerablemente la cuenta a pagar, la que le aconsejamos pague en efectivo, ya que si deslizan su tarjeta, le cobrarán cinco pesos adicionales al total.

Transcurridos cinco o diez minutos (cuando el restaurante no se encuentre copado de gente ansiosa de carne, de ser así la espera será mayor) su orden le será entregada, ya sea para llevar en una bonita bolsa de papel reciclado o para comer allí, en una charola plástica.

Nuestra experiencia

Para nuestro día de comida rápida elegimos el jueves porque es cuando los restaurantes de esta cadena ofrecen su mejor hamburguesa al precio más bajo: la Big Mac cuesta sólo 37 pesos, cuando en el resto de la semana el costo puede superar los 100 pesos, dependiendo de la ciudad y la ubicación de la sucursal (en zonas turísticas y aeropuertos todo el menú suele ser más caro).

Pedimos comida para el momento y para llevar. Pero ¿qué pasa? Las hamburguesas llevan cátsup, mostaza, mayonesa, salsa si se gusta. ¿Dónde están? Tenemos que advertirle que es usted quien debe pedir que le den estos sazonadores. Y lo tiene que hacer con la cantidad exacta de sobres, de lo contrario, no le darán nada.

Y llegó la hora de comer. Nuestras Big Mac reposaban en sus respectivas cajas de cartón. Al abrirlas descubrimos unas hamburguesas que nos sugerían cómo fue su proceso de preparación:

El pan, parcialmente caliente. En el fondo de la caja de cartón, algunos trozos de lechuga que no atinaron a caer dentro de la hamburguesa y denotaban la rapidez con que ésta fue preparada. La carne, como si una aplanadora le hubiese pasado a la vaca por encima: oprimida y triste.

Pero todo lo anterior importó poco al momento de dar el primer mordisco, bocado inaugural que le arrancó buena parte a la hamburguesa de una vez, lo que fue verdaderamente triste al dar cuenta de la fugacidad de sus proporciones. Ese aderezo Big Mac que los mortales no sabemos qué contiene, esa cátsup ácida que combina a la perfección, esas papas saladas en demasía que ingeríamos una seguida de otra hasta terminarlas todas. Es por ello que nos “encanta Mc Donald’s” como bien reza su eslogan.

Reconocemos que es malévolo, que lo que en países desarrollados es considerado comida barata y rápida, en México no lo es, ni lo uno ni lo otro, pero nos gusta. Nos gusta sencillamente por su sabor, ese dejo de Mc Donald’s en el paladar que caseramente jamás se podrá igualar. Sabemos que no es saludable, pero pocas cosas en la vida lo son, así que ¿por qué preocuparse?

Por esta y por mil razones más nos declaramos patológicamente enamorados de Mc Donald’s. Y lo seguiremos estando.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La Reunión


Se paró enfrente del hombre que estaba en la recepción, en silencio.

-Ahorita que se quite la lluvia empiezan a llegar, como en unos diez minutos. Mientras te puedes pasar, si quieres- dijo el encargado.

Necesitaba con urgencia un sanitario, así que decidió entrar de una vez. Casa vieja, pintada por completo de color azul y puertas negras de herrería, El baño estaba a un costado de la fuente que adornaba el patio central.

Habiendo terminado, se dirigió a la recepción a esperar a que la concurrencia llegase. Al igual que él, otros tres hombres, jóvenes todos, esperaban. Aún seguía lloviendo. Se impacientaron y uno a uno fueron retirándose al ver que nadie más aparecía. Se sintió incómodo siendo el único que esperaba en la recepción, no encontraba la manera de parase sin sentirse una prostituta, así que decidió volver después de algunos minutos.

Recorrió brevemente la calle hasta casi llegar a la Avenida La Paz. El centro de Guadalajara a las once de la noche no inspira tranquilidad, así que no se alejó demasiado de la antigua casa que funciona como ciber-café. Bajo un árbol, protegido por la oscuridad y los coches estacionados en la zona, pudo observar cómo arribaban poco a poco los asistentes. En poco tiempo comenzaría la “reunión” que allí se llevaría a cabo y a la que decidió asistir para observar cómo es que se llevan a cabo esas congregaciones.

–Oye, ¿sabes dónde está un ciber en esta calle?- lo sorprendió un muchacho en una camioneta blanca que estacionó a su lado. Iba acompañado de otro joven que vestía una chamarra negra. – Un ciber, un ciber- le decía, mientras parpadeaba constantemente. Sus ojos verdes lloraban ligeramente y estaba notablemente desconcertado, drogado.

–Allí a unos pasos donde está la puerta negra- atinó a decirle y comenzó a caminar en dirección contraria, como si fuese a algún otro lugar. Regresó a su árbol una vez que entraron a la casa. Al igual que ellos, parejas de hombres llegaban a la reunión, todos descendían de camionetas y automóviles grandes. Solo uno llegó caminando, un joven delgado, no muy alto, abrigado con una abultada chamarra blanca. En ese momento sintió que ya era la hora indicada, unos minutos pasadas las once y media.

Momentos después de tocar la puerta, el mismo joven que lo atendió por primera vez le pidió que entrara. Adentro, frente a la computadora estaba otro hombre, algo mayor. Éste, mostrando unos dientes considerablemente chuecos comenzó con la rutina:

-¿Cómo te llamas?

Josué.

-Ora sí llegaste a la hora, ¡eh!- dijo con un tono que intentaba ser pícaro. Josué contestó con una sonrisa fingida.

El encargado tecleó “Josué en una hoja de Excel y también lo escribió en una pequeña etiqueta blanca.

- Son sesenta pesos.

El dinero le daba el derecho a utilizar las instalaciones, a una bebida (una cerveza en un vaso de plástico) y a disponer de todos los condones que llegara a necesitar, los cuales estaban en el escritorio del encargado en un tazón de vidrio. Era un coctel de preservativos de diferentes marcas y edades, la mayoría era de los que otorga gratuitamente la Secretaría de Salud, todos ya sin aire en el interior. Le dio el cambio y a la vez le colocó una pulsera de papel azul, con la etiqueta pegada.

A partir de ese momento ya podía hacer lo que él quisiera.

La planta baja tenía dos habitaciones y dos sanitarios. Las luces ya habían sido apagadas y la atmósfera sólo era iluminada por velas rojas en los baños, como de esas que se utilizan en los adornos de navidad. También comenzó a sonar música electrónica por toda la casa.

Había un grupo de tres hombres conversando y bebiendo al pie de las escaleras. Arriba, una habitación grande estaba rodeada de cubículos, separados cada uno sólo por cortinas de manta, con una computadora y una o dos sillas al interior. La luz de las pantallas brindaba una iluminación mayor a la que había en la planta baja. Allí, sólo había dos jóvenes recargados en el barandal de las escaleras y otros dos en sus respectivos cubículos. Al fondo, una pequeña habitación que, junto con otra, más tarde sería utilizada como cuarto oscuro.

Hombres subían y bajaban, caras nuevas, recién llegados. La lluvia ya había cesado y como lo predijo el encargado, la gente arribaba. De un momento a otro, Josué se quedó solo rodeado de computadoras. Comenzó a escuchar cómo desde el cubículo de la esquina una pareja se besaba, jadeantes. Al otro extremo de la habitación, en el baño, también comenzaron a salir sonidos: un hombre dando leves gemidos, breves, reservados.

Decidió volver a la planta baja y ver qué era lo que sucedía allá. En una de las habitaciones, comenzaba a reproducirse Corrupción Mexicana, una película pornográfica gay, de producción nacional. Frente al monitor estaba Rogelio, un hombre que seguramente apenas pasaba los treinta años y que miraba atento. Josué le dijo que era la primera vez que iba a una reunión de ese tipo y que no sabía exactamente lo que ocurriría.

- Pues, vienes, te quedas en ropa interior y… si alguien te gusta, pues ya sabes- Sonriendo brevemente, sonaba tranquilo, con la seguridad del experto que instruye al principiante. Él ya estaba en ropa interior y camiseta.

-¿Sueles venir a menudo?- le preguntó.

- Pues, sí, algunas veces. Te la pasas a gusto.

En ese momento, entró un hombre alto y rapado. Usaba una gorra gris, unos calzones que hacían juego y una playera negra. Les entregó bolsas para basura y se fue para seguir repartiendo. Josué salió de la habitación y se encontró con un grupo de hombres en calzones. Uno de ellos, el que hablaba más animadamente y era más escandaloso lo interceptó:

- Oye, oye, ¿Por qué tan vestido? Recorrió con sus dedos el pecho de Josué, por encima de la camisa.- A partir de este momento todos se van a quedar en ropa interior, echas en la bolsa tu ropa y la dejas en la recepción- añadió.

El grupo de hombres miraba atento a los movimientos de Josué. No hizo nada, no dijo nada. Debía hacerlo, todos estaban expectantes y si no se quitaba la ropa, estaría demostrando que no había ido a la reunión para participar, sino para hacer cualquier otra cosa (como ser el protagonista de una crónica, por ejemplo) Dejó la paranoia a un lado cuando el hombre comenzó:

– A ver, deja te ayudo- dijo el escandaloso. Empezó a quitarle la playera y Josué le ayudó quitándose el pantalón. Su identificación, dinero, llaves y su teléfono celular iban en los bolsillos y no le quedó más remedio que confiar en la bolsa de basura y entregarla. El encargado la señalizó con otra etiqueta y la depositó en la habitación que estaba a sus espaldas, de acceso restringido.

- ¿Así está mejor? les lanzó la pregunta tratando de ocultar su nerviosismo.

Comenzaron a charlar. Uno de ellos, el más alto, musculoso y con una pequeñísima trusa transparente decía ser médico en Madrid. Aseguraba que la gente se contagia de VIH aún utilizando el condón:

-No te sirve de nada, lo que realmente importa son tus defensas, si te vas a contagiar, te vas a contagiar. Te aseguro que más de uno en esta casa está contagiado y nunca se ha hecho una sola prueba. ¿Pero sabes qué es lo realmente importante? Que la cura para el SIDA ya existe, ¡la cura para el VIH ya existe! pero esos cabrones de los laboratorios farmacéuticos no la quieren sacar ¿Por qué? Porque hay un chingo de lana de por medio, en la venta de retro virales- Por momentos al “madrileño” se le olvidaba que estaba siendo un español y comenzaba a utilizar palabras y acentos propios de un mexicano, como él.

Otro de los hombres, muy bajo de estatura era de Guanajuato. Le llegó la invitación a la reunión por medio de una página web de ligue homosexual: -manhunt.net- Su primo no quiso entrar a la fiesta y se quedó esperándolo afuera en su camioneta. Ambos planeaban ir a bailar a Blackcherry, una vez terminada la reunión. –Me vale que se espere, yo me la estoy pasando bien- decía mientras bailaba tomándose del pilar de la fuente, como si éste fuese un tubo en un table dance.

La charla se tornó del VIH hacia el gusto por la forma de los penes: El médico no se acostaba con alguien si el hombre no tenía una “polla” de veintitrés centímetros de largo o más – ¿Cuál es el promedio aquí? ¿Quince, dieciséis? ¡Eso de qué me sirve!-

Después aceptó que él se conformaba con penes de menor tamaño que veintitrés centímetros sólo si los hombres lo tenían grueso, “muy grueso” – Pero bueno, vamos a follar, ¿no?- dijo mientras ingresaba a una habitación junto a las escaleras, la segunda utilizada como cuarto oscuro.

Lo dejaron. Se sentía como un niño en el preescolar que no encuentra con quién pasar los minutos del recreo. En el patio, el hombre corto de estatura estaba conversando con uno de los encargados de la casa-ciber-café y se les había unido otro hombre, en sus veintes seguramente, que usaba solamente una trusa negra y un collar largo de madera. A los primeros dos Josué ya los había visto y habían intercambiado algunas palabras, así que se dedicó al del collar:

-Hola, ¿cómo te llamas?- Preguntó.

- Rafael, ¿y tú?

- Joel, soy Joel- (no se le ocurrió otro nombre no tan parecido al suyo).

En el círculo que formaron todos asentían e intercambiaban sonrisas discretamente. Hombres venían, escuchaban y se iban, algún otro se quedó. Josué le preguntó al de la trusa negra a qué se dedicaba. Después de dudar un poco, respondió:

-Vendo collares. Sí, así es, vendo collares. Y jugaba con las cuentas de madera.

-¿Ah sí, y cómo los haces?- Preguntó otro de los hombres que se habían unido al círculo.

- ¿Quieres saber? Ven, deja te enseño cómo- Lo condujo hasta una de las habitaciones. Recargado en la pared, el del collar de madera comenzó a acariciar al otro joven. Tuvieron una breve conversación:

- ¿En serio vendes collares?

- Bueno, no, soy RP.

- ¿De dónde?

-¿Para qué quieres saber?

-¿De dónde?

- De Telcel pues. Mejor te la mamo, ¿no?

- Con un condón, vas.

- ¿Con un condón, una mamada? -dijo el del collar, muy extrañado al escuchar esas palabras – Entonces mejor te la meto- añadió.

Volteó al joven bruscamente, se colocó un preservativo y comenzó a penetrarlo. Con la palma de la mano lo hizo agacharse. Más hombres comenzaron a llegar a la habitación para presenciarlo. Constantemente el joven se enderezaba y el del collar lo obligaba a bajar la cabeza de nuevo. El que penetraba estaba impasible, no abría la boca ni un milímetro. El otro gemía, daba grititos, constantemente se lubricaba el ano con saliva.

-Espérate- Y le sacó el pene de repente- Es que creo que se rompió.

-A ver- y el otro le pasó los dedos por el pene.- No, está bien.

Volvió a empinarse, a gemir de nuevo.

-Espérate, es que creo que huele feo, volvió a interrumpir- El otro pasó de nuevo sus dedos y luego se los llevó a la nariz.

-No, huele a condón nada más.

El de los collares repitió las palabras de su compañero y se quitó el preservativo, arrojándolo al piso. Se fue de la habitación dejando al otro con los calzones a los tobillos. Su show ya se había terminado.

Al pie de las escaleras, a la entrada del cuarto oscuro, se había reunido un grupo de hombres. Indecisos miraban al interior de la habitación, como quien está a punto de lanzarse al agua, de un clavado. Josué los hizo a un lado y entró. Calor humano fue lo que lo recibió. Allí la luz de las velas ya no alcanzó a penetrar para nada.

El cuarto estaba lleno. Había un semicírculo de hombres con la ropa interior hasta las rodillas, algunos otros les practicaban sexo oral. Pegado a la pared, Josué fue recorriendo la habitación hasta llegar al fondo.

Gemidos. Respiraciones agitadas. Calor.

El Laberinto es el nombre del cibercafé que algunos fines de semana organiza orgías homosexuales después de las diez de la noche. Y así se sentía Josué, en un laberinto donde cualquier rincón era inhóspito. Un laberinto que memorizó al poco tiempo de haberlo recorrido. Entró a las mismas habitaciones, a los mismos baños, al mismo patio una vez tras otra, encontrando a gente diferente cada vez que inspeccionaba algún rincón.

Subió las escaleras una vez más. Ocupó uno de los cubículos. Sin darse cuenta, ya habían transcurrido aproximadamente tres horas desde su llegada.

La página principal era un chat:

– ¿Quién está en el ciber Laberinto?- se leía en la pantalla. –

-Somos dos, uno pasivo y el otro inter- decía otro de los mensajes que iban apareciendo en la ventana de la conversación grupal. Pasivo es igual a “me gusta ser penetrado” e inter a “me gusta penetrar y ser penetrado”.

Un nuevo mensaje:- Pasivo en el nueve, ¿alguien para coger ahorita?

-¿En qué número estás?- le respondía otro.

Y se juntaron. Dos hombres comenzaron a tener sexo en uno de los cubículos mientras los mirones pasaban a un costado, abrían un poco la cortina y se iban. Algunos otros miraban por encima. Pero todos miraban. Josué miraba. Miraba cómo un muchacho delgado le metía la lengua entre las nalgas a un hombre rapado, algo mayor que él, cómo después le chupaba el pene, cómo después era penetrado por el pelón.

La pared a las espaldas de Josué era la única dirección donde no lo rodeaba el sexo. Frente a él la pareja, a un costado, el cuarto oscuro de la planta alta, lleno de gente, el cuarto escupiendo gemidos por la puerta. Al otro lado, un hombre desnudo de pies a cabeza, velludo y grueso se masturbaba mirando pornografía en internet.

¿Aquello era todo? ¿Qué más podía ocurrir? ¿En qué momento debía irse? se preguntaba.

–Hola- le dijo un joven bajo, blanco, tímido, como de unos dieciocho años. Josué casi no alcanzó a escuchar las palabras. –Qué onda- replicó subiendo el tono un poco.

- Hola, respondió Josué.

- ¿Quieres ir abajo?

- Sí, expresó sin pensarlo. No se dio cuenta de que esas palabras eran una invitación. Lo siguió por las escaleras hasta el cuarto oscuro de la planta baja. Cruzaron la barrera de gente y se colocaron en una esquina. Hasta ese momento, no se habían puesto las manos encima.

El joven se volteó y pegándole sus nalgas a Josué comenzó a estrujarse, a moverse. El joven le bajó el bóxer y con una mano le sostuvo el pene, con la otra le colocó un preservativo de un solo movimiento:

-¿Me la quieres meter?-

El corazón se le aceleró a Josué más que en toda la noche y sus nervios llegaron al máximo.

-Espérame poquito- le dijo y salió casi corriendo de la habitación, subiéndose el bóxer, no sin antes quitarse el condón y tirarlo en el piso.

Fue de inmediato al baño, se bajó de nuevo la ropa interior y comenzó a lavarse el pene con mucha agua. No sabe por qué hizo eso, no era necesario, no le iba a servir de nada.

De pronto escuchó un ruido en la ventana. Era el joven que quería que lo penetraran, asomándose entre las celosías. Segundos después, éste empujó la puerta, queriendo entrar. Josué se sintió como en esas películas de zombis donde las criaturas hacen hasta lo imposible para llegar a sus víctimas y se cuelan por donde sea (fue muy exagerado).

Lo encontró, lo abrazó y comenzó a tocarlo de nuevo. A Josué, excusas no se le ocurrían. Debía pensar en algo pronto. En definitiva, estaba allí para observar lo que ocurría en una reunión clandestina como esa, no para terminar participando en ella.

-En serio, me tengo que ir, me tengo que ir.

Y lo dejó en el baño antes de que pudiese decir palabra alguna.

Le entregaron a Josué su bolsa de basura. Ni siquiera revisó si sus pertenecías seguían en los bolsillos. El encargado le abrió la puerta diciendo buenas noches y él salió, con el pene mojado, con el corazón a punto de explotarle y con el olor de un perfume ajeno, con ese olor, que lo persiguió hasta el día siguiente, aún después de tomar el baño.

martes, 16 de noviembre de 2010

El empoderamiento ciudadano


Asociación Civil


La plena igualdad entre hombres y mujeres, el respeto de las libertades fundamentales y de los derechos humanos son objetivos que personas comunes agrupadas en organizaciones civiles intentan lograr. El funcionamiento de la asociación CODISE, Cohesión de Diversidades para la Sustentabilidad y sus tareas para erradicar la discriminación en Jalisco es lo que explica Rodrigo Rincón, presidente de ésta.

El trabajo colectivo

Además de actuar en contra de la discriminación social, el grupo que preside Rincón trabaja en la detección y prevención del VIH. Enfocándose especialmente en la comunidad de diversidad sexual de Jalisco, Colima y Michoacán, CODISE se manifiesta en contra de las “expresiones homofóbicas de gobierno y clero”.

Rodrigo Rincón considera que Jalisco ya no es conservador, pero que la clase gobernante insiste en imponerle al estado una etiqueta de ese tipo. Asegura que el interés presidencial del gobernador Emilio González Márquez hacia el 2012 se ve reflejado en los discursos de éste, con los que intenta generar simpatía con el sector homofóbico de la sociedad: “No existen leyes que sancionen, por eso se da toda esa libertad para que se provoque odio, violencia, incluso un auto-rechazo y una culpa en los propios homosexuales”.

Arengas e ideología

¿Los discursos del Gobernador realmente influyen en el pensamiento de los habitantes de Jalisco? El presidente de CODISE asegura: “Ha tenido repercusión, ha generado una réplica en algún sector de la población que dice que es necesario seguir discriminando a los gays y que haya espacios donde se ‘cure’ esa homosexualidad”.

Pero también reconoce que si la gente se ha dejado influenciar por discursos discriminatorios, es porque en México la sociedad está desinformada y no existe cultura electoral: “votan por los candidatos que se ven más guapos en la publicidad sin importarles si son de izquierda o de derecha. Esas izquierdas o esas derechas no tienen cimientos, sino que aprovechándose de los cotos del poder, del dinero, de estructuras de unos cuantos, pueden manipular a muchos en base a esa ignorancia política electoral”.

¿Cuál es el arma de la sociedad civil organizada para combatir la manipulación de pensamiento? Hacer del conocimiento público lo necesario para ejercer plenamente los derechos ciudadanos: “El primer reto de las asociaciones, por lo menos de CODISE es el acercarles a la población información más verídica, más laica y científica del tema de la no- discriminación, de las libertades, de la equidad, trayendo como consecuencia confianza, sensibilización y concientización. Lo que se busca es un empoderamiento de los ciudadanos como tales”.

El comienzo partidista

Buscando la representación política oficial en el estado, cuestión necesaria para poder llevar a cabo iniciativas gubernativas contra la discriminación, Rodrigo Rincón fungió como representante del Partido Social Demócrata (PSD) en Jalisco en el año 2009.

Entre las propuestas del PSD en las elecciones de diputaciones y presidentes municipales se encontraban la despenalización del aborto, la legalización de la mariguana y la instauración de escuelas de “tiempo completo” donde los niños asistieran más horas para realizar actividades culturales y deportivas.

El grupo político no alcanzó el umbral de representación en el periodo electoral y se desintegró. Ahora, desde la asociación civil, Rincón busca generar eco en la sociedad con ideas similares. Al ser interrogado sobre los factores que resultaron en un pobre apoyo al partido de izquierda, Rodrigo Rincón señaló:

“No era lo mismo un anuncio de nosotros contra 100 anuncios del PAN, contra 100 del PRI, se dejaron llevar por la mercadotecnia. Entran muchos factores, pero entre ellos está el fomento del miedo por parte de la iglesia católica hacia la sociedad al decir que existíamos partidos del demonio y partidos de Dios. Encajonaban entre los partidos del demonio al PSD y a los de Dios a Acción Nacional. Todavía hay cierta credibilidad hacia los cardenales o sacerdotes y alguna de esas personas probablemente se dejaron influenciar”.

Las urgencias de la sociedad jalisciense

Según explica el dirigente, la reforma a la Ley Federal del Trabajo es uno de los principales reclamos de las asociaciones feministas: “El trabajo igual no se paga igual cuando ese trabajo es entre un hombre y una mujer, eso es parte de la equidad de género que no se ha podido equilibrar desde las instituciones privadas”.

En el tema de la transparencia de las instituciones, él considera que sí hay acceso a la información, pero que no hay rendición de cuentas: “No sirve de nada ver un montón de números en un sitio web del gobierno estatal o del gobierno municipal, ver que se gastaron 10 mil pesos en agua o 20 mil pesos en sueldos, hacen falta los ‘por qués’, ¿cómo se autorizaron, con qué criterio? ¿qué destino tuvieron”.

Acerca de la detección y la prevención del Virus de Inmunodeficiencia Humana, Rincón comentó: “La prueba de VIH es una tarea que tiene una justificación histórica, hay que recordar que acabó con dos generaciones de homosexuales, esta es la primera población que vive con VIH y por eso es que las principales organizaciones que trabajamos con gays estamos haciendo este trabajo. Y al gobierno del estado no le interesa porque muchas de las instituciones en lo que están pensando son votos”.

En CODISE planean seguir lanzando campañas de información para el próximo año y su dirigente no descarta la posibilidad de volver a formar parte de un partido político: “Se perdió el apellido (PSD) pero el proyecto no, lo que le dio origen sigue existiendo”.

lunes, 4 de octubre de 2010

¡Soy un pinche cochino depravado!


Asfixia

Poco más de un millón trescientos mil pesos tuvo el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes en Jalisco en este año para repartir a proyectos artísticos prometedores y de calidad. Uno de ellos es Asfixia, montaje teatral que se presenta en el Laboratorio Arte Variedades, LARVA.

La obra es un híbrido entre la producción audiovisual y el trabajo en escena. Su director, Eduardo Covarrubias explicó:

- Es un proyecto que desde hace dos años lo empezamos a trabajar, justo cuando estaba terminando la temporada de otra obra que se llamó Extraños. Yo con aquel montaje empecé a experimentar con este rollo de lo visual. Desde entonces dije ‘chispas’ tengo que retomar este texto que me pareció bastante interesante. Y lo armamos. El trabajo de adaptación duró casi un año, duramos casi ocho meses ensayando el montaje hasta llegar a este resultado-

Es la historia de Víctor, un adicto al sexo en recuperación, atascado en la fase cuatro de su tratamiento, donde tiene que hacer un inventario de sus parejas y prácticas sexuales. Es interpretado por el actor Andrés David en compañía de Lupita Ortiz, Imelda Sánchez y Roberto Picos. El personaje principal tendrá que enfrentarse a su pasado, a sus orígenes místicos y a la presencia de su madre en todas las facetas de su vida.

-¡Soy un pinche cochino depravado!-

Pero aquí el ser un pinche cochino depravado no es culpa de uno, expresa uno de los personajes interpretados por Lupita Ortiz. En efecto, Víctor y los demás adictos al sexo vivirán una transformación irreversible, que llevará al protagonista a ser desde Carlos Gardel hasta Jesús el decadente.

Este año el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECA) ha apoyado mayoritariamente a diversos proyectos de artes plásticas, cultura indígena y letras. Los menos son los de teatro, música y artesanía. Covarrubias opina al respecto:

- Es un gran trabajo (el del CECA) un gran apoyo. Bueno yo qué te puedo decir, esta es la tercera vez que salgo beneficiado pero, por supuesto que siento que falta muchísimo más porque aquí hay mucho talento, hay mucha gente que está haciendo cosas y desde mi punto de vista es poco el recurso. Me parece absurdo que el Consejo Estatal de acá de Jalisco esté trabajando con un millón cuatrocientos, que es lo mismo que en el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) a mí me dieron para hacer un sólo corto que se llama Bajo Tierra, eso me parece verdaderamente lamentable - expresó el director del montaje.

A pesar del apoyo, el futuro de la puesta en escena es incierto. Se presentarán en el LARVA el sábado 9 de octubre y el domingo 10. Después de ello, la obra tendrá un receso:

-Todavía estamos en pláticas con Cultura UdeG, el año que entra mi objetivo es presentar una temporada, allí ya hay un plan pero todavía no está ‘amarrado’. Voy a tener que parar hasta que llegue a un arreglo con Cultura UdeG y si es así pues estaremos presentando todavía el año que entra-

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Hasta la victoria siempre, dijo el Che Guevara

En la plaza Juárez, donde suele colocarse el tianguis cultural de la ciudad los estudiantes sólo ocupaban la mitad de la avenida 16 de septiembre y el jardín de la Biblioteca Pública del Estado olía a orina. A las once de la mañana comenzaron a avanzar los cinco contingentes de universitarios en demanda de presupuesto para la casa de estudios pública del estado de Jalisco.

Policías sin pistolas, sólo macanas. Los de seguridad pública también funcionaron como agentes de tránsito. Las calles estaban habitadas prácticamente por policías y manifestantes. Los comercios cerrados, los funcionarios refugiados detrás de los cristales de sus dependencias, resguardadas por personal privado de seguridad, todos con cara de expectación. Así lucía la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Cultura y la de Seguridad Pública. Las calles perpendiculares a la vía de la manifestación estaban desoladas también, el tránsito interrumpido también en éstas.

“Emilio, puñal, te coge el cardenal”

Uno de los argumentos del gobernador de Jalisco Emilio González para no entregar a la Universidad los recursos que ésta solicita es que la institución educativa no es lo suficientemente transparente en sus cuentas y que los funcionarios no invierten el dinero en el desarrollo académico, sino en proyectos de negocio, en especial en foros de espectáculo. Uno de esos foros es el Teatro Diana. Los manifestantes pasaron enfrente de éste recinto sin mayor desasosiego, mientras un hombre que portaba una mochila era aprendido por policías justo enfrente del Teatro, al cruzar la calle. El personal de seguridad pública (cinco policías varones y una mujer) le quitó al hombre dos grandes cuchillos, como de carnicero. Lo esposaron, lo sostuvieron contra la pared y revisaron sus pertenencias. En la mochila no encontraron alguna otra arma.

Donde se encuentra la Secretaría de Seguridad Pública comenzaron a aparecer los policías armados: pistolas, rifles, chalecos antibalas. Fue una cuadra más adelante donde se juntaron dos contingentes, para formar una masa conformada principalmente por tres centros universitarios regionales, uno de la zona metropolitana y tres preparatorias. Fue entonces cuando la avenida fue ocupada en su totalidad por los universitarios.

“Emilio culero, queremos el dinero”

Personal de la universidad con función de apoyo iban vestidos con playeras amarillas. Éstos se encargaban de mantener a la multitud en un grupo más compacto que desperdigado, por medio de lazos del mismo color. Uno de ellos, un hombre a bordo de una motocicleta se encargó de sacar de la manifestación a un anciano que deseaba participar:

- Usted puede apoyar, pero de aquel lado de la calle, váyase para allá.

El anciano usaba un bastón, ya que tenía una evidente dificultad para caminar debido a una deformidad en la pierna izquierda. El hombre de la motocicleta alegaba que el anciano estaba ebrio y no era conveniente que éste se integrara a la aglomeración. El protestante frustrado tenía una gran mancha en su pantalón, posiblemente de orina.

- ¡Pero si yo soy guerrillero!

- No señor, no puede estar aquí - Y le frenaba el paso adelantándose en su vehículo.

Ante la negativa del anciano de retirarse, el hombre en la motocicleta recibió el apoyo de un policía. Éste último fue más contundente y con palabras menos amables, lo obligó a irse.

¿Qué pasó señor? ¿Por qué no lo dejaron entrar a la manifestación?

- Que porque no soy estudiante- respondió el anciano.

Su nombre es Carlos. Continuó:

- No soy estudiante, pero ayudo a las luchas. Protestando contra el gobierno para que haya nuevas escuelas-

Carlos estaba más informado que algunos de los estudiantes que asistieron a la marcha, ya que algunos eran entrevistados por reporteros de televisión y al momento de ser cuestionados por el móvil de la manifestación, éstos no sabían qué responder y se enredaban con sus propias palabras.

El policía no le permitió al señor Carlos incorporarse ya que “se acababa de tomar una cerveza” según explicó. Y terminó:

- Hasta la victoria siempre, dijo el Che Guevara. Vamos a darle en su madre en el Palacio- refiriéndose al gobernador.

La congregación masiva se concentró en la plaza al frente del Teatro Degollado. Contingentes de preparatorias, centros universitarios y trabajadores de la Universidad entraban a la plaza en bloques de personas que parecían nunca terminar. La marcha se interrumpía por minutos, colmando un gran espacio cuadrado que parecía agotarse por minutos de recibir a tanta gente. Un estrado con apariencia más cercana a un escenario estaba al final de la plaza.

Profesores, trabajadores y administrativos estaban arriba del estrado acompañados por los presidentes municipales de Guadalajara, Tlaquepaque y Tonalá, así como por el rector de la Universidad, Marco Antonio Cortés Guardado y el escritor Fernando del Paso.

Sonaba en los altavoces dispersados por la Plaza Liberación:

“Estamos ante un grupo intolerante que no comprende a la comunidad universitaria. Un gobierno que ha desplegado una campaña de lodo para desprestigiar a la Universidad”

“No permitiremos que este gobierno de clase fascista trate de frenar el desarrollo de nuestra alma mater”

“Gobernador, ¡Escúchanos!”

Al terminar las participaciones al micrófono de algunos de los ocupantes del estrado, 3 Mother Funkers, un grupo musical comenzó a tocar y la masa a desintegrarse. Tomó cerca de dos horas para que las calles de Guadalajara comenzaran a tomar de nuevo un aspecto habitual, cuando los estudiantes regresaron a los autobuses que los condujeron a los puntos donde comenzaron la manifestación.

domingo, 26 de septiembre de 2010

EL BRILLO DE LA BOLERA



Cuatro son los puestos de aseadores de calzado en la calle donde se encuentra la presidencia municipal de Tlaquepaque, Jalisco. No pueden ser más, ya que son espacios que han estado allí por tradición, donde no pueden establecerse unos extras, debido a que la Asociación de Aseadores de Calzado de Tlaquepaque (una especie de sindicato) sólo permite que esos lugares se ocupen por un trabajador. Cuando éste ya no puede seguir laborando, el derecho de utilizar el lugar debe ser transferido a un familiar exclusivamente. Esta asociación es parte de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) organización que según sus propios estatutos busca defender los derechos humanos y constitucionales de sus trabajadores agremiados.

Juana Lourdes López Pérez es aseadora de calzado, es la única mujer en la fila de “boleros” del centro de Tlaquepaque. Lleva tres años en el oficio, es madre de dos hijas. Éstas son algunas de sus actividades y experiencias durante las jornadas que lleva a cabo.

Ella trabaja de lunes a domingo con un día de descanso, el miércoles. Entre semana llega a su puesto a las ocho treinta de la mañana y se retira a las cinco de la tarde, por lo regular. Los fines de semana se permite arribar un poco más tarde, pero se va a casa hasta las ocho de la noche.

El Ayuntamiento de Tlaquepaque le cobra a ella y a los demás una cuota cada tres meses por hacer uso del suelo, pero el cobro no se lo realizan a los aseadores directamente:

- De eso se encarga la misma mesa directiva de la Asociación, el pago de aquí del permiso y la renovación. Se le paga al sindicato y éste se “acomoda” con el Ayuntamiento - expresó Juana Lourdes, rodeada de sus cuatro sobrinas, niñas todas ellas excepto una, que ya vestía el uniforme de la escuela secundaria. Su hermana estaba allí también, en el puesto, acompañando a Juana Lourdes a la hora de la comida.

EN EL TRABAJO, ¿CÓMO VE LA SITUACIÓN EN LOS ÚLTIMOS AÑOS?

-Al principio uno no está aclientado, es lógico que es poco el trabajo que hay. Ahorita gracias a Dios ya está uno aclientado y a diferencia, pues sí está ahorita un poquito más bajito que el año pasado. Estuvo mejor el año pasado que ahorita- dijo Juana Lourdes mientras se rascaba un pequeño escozor que tenía en la mejilla, con las manos ennegrecidas por la cera.

¿CUÁL ES EL TIPO DE CLIENTES QUE TIENE MÁS A MENUDO?

- Pues es variable, pero lo normal son clientes entre veinte y treinta y cinco años los que más se vienen a bolear. Caballeros y damas también. Las damas vienen siendo de los cincuenta, sesenta años de edad, son las que más se bolean en mujeres-

Juana Lourdes dice que por día la visitan mínimo diez personas, pero es variable el número. La cantidad máxima de clientes que la llegan a visitar por día son cuarenta y cinco. Si utiliza tinta, el servicio cuesta $20 pesos, de no ser así, el costo es de $18. Los trabajos sobre calzado color claro son más costosos, ya que ella tiene que utilizar un tipo de tinta diferente, más cara y además el trabajo es más laborioso que con un calzado oscuro. Quiere decir que, en cualquiera de los días que asiste a trabajar, ella puede ganar entre $190 y $855 pesos, a los que tendrá que restarle el costo por el material utilizado.

En sus días de descanso, Juana Lourdes se dedica a las labores de su hogar. Atiende la casa, a su esposo e hijas. Su marido trabaja como vigilante en la tienda Milano, sus hijas están estudiando:

-Mi hija la más grande ya tiene quince años, ya no tengo que andar atrás de ella. La más pequeña sí, tiene seis años, va a cumplir siete. Ella sí, desde temprano que yo me vengo yo voy y la llevo a la escuela cuando tiene clases y ya que sale voy y la recojo, yo me encargo de ella siempre. La más grande se queda en su casa y ya que tiene que ir a la escuela, ella se arregla y se va. El día que yo descanso me dedico a lavar o equis cosa-

En ocasiones ha tenido la oportunidad para tomarse unos días y descansar. Le gusta el mar, le gusta que su trabajo no esté ubicado dentro de una gran empresa y que no tiene que ser “tan constante” Ella considera que una de las ventajas de su empleo es que no tiene un patrón, sino que el jefe es ella misma. De esta manera y cuando tiene dinero, puede tomarse vacaciones.

En Tlaquepaque y Guadalajara aún permanecen varios “carritos” de aseo de calzado. Es un oficio que se popularizó en la década de 1940, pero la mayoría de los trabajadores en estos dos municipios tienen en su actividad entre uno y cinco años de antigüedad. Los que más tiempo llevan “trapeando” calzado han estado más de cuarenta y cinco años, según datos arrojados por estudios del área de planeación del Ayuntamiento de Guadalajara. Estos estudios también exponen que un 82% de los lustradores en el centro histórico de la capital del estado han permanecido en el mismo lugar, además de que ellos suelen ganar entre $100 y $150 pesos diarios, a diferencia de la cantidad que gana Juana Lourdes en Tlaquepaque.

Ella no quiere comenzar con otro empleo:

-Me gusta mi trabajo y aparte yo defino lo que yo quiera ganar, depende de mí. Si quiero ganar bien, pues todo el día me la aviento. Pero si digo: “con esto ya la hago” a las tres o cuatro de la tarde ya me puedo retirar. No checo tarjeta, no me traen a la corre y corre, no ando en boca de los compañeros. No. Soy yo misma mi trabajo y estoy contenta con lo que hago-

lunes, 13 de septiembre de 2010

Mujeres y revolución


En los años anteriores al levantamiento armado de 1910, comenzó una transformación social e ideológica que se fue gestando hasta dar lugar a la rebelión armada del 20 de noviembre. Las mujeres tuvieron un papel importante en el antecedente inmediato a la revolución mexicana, participación que no suele recordarse en la Historia oficial, ni en las celebraciones, es por ello que señalaré su relevancia:

Es innegable, durante los treinta años que Porfirio Díaz estuvo al frente del país se lograron importantes avances económicos, principalmente en el sector de la industria, la minería y los ferrocarriles. Pero el progreso no benefició a todos: los campesinos eran despojados de sus tierras, para beneficiarse las compañías privadas y los hacendados, además de que los obreros realizaban jornadas de trabajo extenuante y mal remunerado. Con el desarrollo industrial fue necesaria la mano de obra de las mujeres, pero ello no significó un avance en materia de equidad de género, ya que sus derechos tampoco fueron respetados, ni se les brindó la seguridad laboral que se les debía otorgar.

Había inconformidad entre los más vulnerables, pero fueron los integrantes de la clase media (maestros, personas con alguna formación técnica y abogados) los que comenzaron a expresar públicamente sus inconformidades, mediante periódicos de oposición y huelgas.
En el año de 1907, sólo tres años antes del movimiento armado, el 78.29% del total de profesores en México eran mujeres 1. Si los maestros fueron de los primeros grupos en expresarse en contra del régimen, la estadística nos hace pensar que las mujeres ejercieron una influencia importante para que se llevara a cabo la revolución social.
Para ilustrar lo anterior, está el trabajo de Dolores Jiménez y Muro (1850 – 1925), profesora, periodista y defensora de los derechos. Redactó el Plan político -social de la Sierra de Guerrero, el cual es considerado el antecedente inmediato del Plan de San Luis (con el que Francisco I. Madero convocó a rebelión armada el 20 de noviembre de 1910)

Dolores Jiménez y Muro desconoció al gobierno de Díaz, buscaba la dignificación de los indígenas, estaba a favor de un aumento salarial a los jornaleros, buscó la reducción de la jornada laboral a 8 horas, se manifestó en contra de los monopolios y apostaba por el voto libre y la no reelección.

Realizó una doble lucha por la igualdad de derechos: los de las mujeres y los de la sociedad mexicana en general: “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar” manifestó en una protesta el 11 de septiembre de 1910 en la Ciudad de México. Después de unirse al zapatismo como oradora y profesora, Victoriano Huerta la encarceló. Sus últimos días los dedicó a escribir en la revista El correo de las señoras.

Una revolución de ideas. Las mujeres como Dolores Jiménez y Muro influyeron de manera determinante en lo que sería el proceso revolucionario en México, labores y logros que deben comenzar a ser reconocidos por la Historia del país.

viernes, 9 de julio de 2010

N.R.D.A


Solamente hay tres lugares en Guadalajara a los cuales mis amigos y yo nos hemos prohibido visitar de nuevo. Tres: el antro otrora llamado Azul, el parque de diversiones Selva Mágica y el popular y conocido “Caudillos disco-bar.” El primero en nuestra lista de lugares vetados entró en ella ya que en alguna ocasión el alcohol que allí ingerimos estaba tan adulterado que nuestros cuerpos y ánimos terminaron en una banqueta, intoxicados. Daniel Ríos, amigo mío desde los años de la preparatoria no corrió con tanta suerte y además fue golpeado y asaltado justo enfrente de la entrada del antro. La última vez que fuimos al parque, Selva Mágica nos hizo pagar casi ciento cincuenta pesos por el derecho a utilizar todas sus atracciones, así que para aprovechar el costo de entrada estuvimos todo el día de un juego mecánico a otro y subiendo a los mismos en incontables ocasiones, de esta manera sentíamos que se nos hacía justicia por el dinero desembolsado. Terminamos tan agotados y adoloridos que prometimos nunca volver a someternos a semejante experiencia.

El último en la lista es Caudillos, que será del que me ocuparé más ampliamente en esta ocasión. Decidimos no volver ya que se trata de un lugar poco agradable a la vista y donde es común sentirse vulnerable y en peligro. La casona que fue convertida en centro nocturno cimbra con los bailes de tanta y tanta gente a la vez, dando la idea de que en cualquier momento va a colapsar. Los asistentes son de los más variados orígenes y características: hombres y mujeres heterosexuales, homosexuales, transgénero, travestis, parejas, personas solitarias, grupos de amigos…Siendo un poco más simple, decidimos no volver porque no nos gustó.

Pero no era fin de semana, estábamos apenas a la mitad de ella y éramos los únicos que quedaban en un bar de la calle López Cotilla, Sunrise. Era la una de la mañana y el grupo de amigos quería seguir con la fiesta: Andy, diseñador de moda, David, productor de programas para la televisión, Memo, vendedor de relojes en una plaza comercial, Adrián, estudiante de teatro, Alejandro, estudiante de psicología y yo, estudiante de periodismo. Todos sabíamos bien que hay un solo lugar al que se puede ir a bailar y beber entre semana, en el centro de Guadalajara: Caudillos.

Si no le contábamos a nadie, sería como si nunca hubiese pasado y el pacto quedaría intacto. “Todos en una sola fila” nos dijo uno de los empleados a la puerta del antro. Encabezando estaba Alejandro. Otro empleado le pidió mostrase su credencial del IFE. Alejandro, buscando inútilmente en sus bolsillos sólo atinó a encontrar su credencial de la escuela, a lo que el encargado dijo que esa no era una identificación válida. Memo al escuchar esto lanzó un comentario hacia los que estábamos atrás en la fila: “Cómo no va a ser una identificación válida, si es de la universidad, obvio tiene más de dieciocho años”.

“Ve a imprimir tu CURP y con eso entras” dijo el hombre de la entrada con tono desenfadado. “Aquí está el ciber a una cuadra”. Habiendo regresado con el documento de Alejandro, procedimos a hacer la misma fila de antes. “No puedes pasar porque traes tenis, además tu compañero (refiriéndose a Memo) se está portando muy… muy… muy arrogante” exclamó el empleado cuando por fin encontró la palabra que buscaba. Todos nos quedamos muy asombrados, ya que esa excusa la pudo haber dicho antes de ir a imprimir la identificación solicitada, además de que Caudillos no es un lugar que restrinja el acceso a las personas en base a su vestimenta, lo cual está en contra de la ley y sin embargo sucede en la mayoría de los centros nocturnos de la ciudad. Pero en este no, en este la vestimenta no importa, incluso hemos visto indigentes al interior en otras ocasiones, los que obviamente no usaban los mejores zapatos.

“No mames, ¡ahora resulta!” fue la expresión de Adrián al escuchar al encargado. Nos disponíamos a retirarnos cuando él se detuvo mirando fijamente hacia la puerta. Parejas hombre-mujer, hombres solos, varios de ellos con tenis, entraban. Me dirigí hacia uno de los dos cadeneros vestidos de negro y cruzados de brazos que ya custodiaban la entrada. “¿Tienes algún código de vestimenta aquí o cómo es que funciona?” le pregunté al que se veía más joven y que tenía cabello largo muy rizado. Sin voltearme a ver y con una fingida actitud de superioridad contestó: “Mira brother, no es que no puedan entrar por que él trae tenis, sino que tu otro amigo viene con una actitud que no es la correcta” En ese momento, se acercó el otro empleado, el más viejo y que tenía una piel muy quemada por el Sol y dijo: “Si quieren pasar, pueden pasar todos, menos él” (Memo). De un instante a otro su criterio de aceptación había cambiado, ya no importaron los tenis, sino la “actitud” que mostrásemos ante ellos, guardianes inquebrantables de la puerta Caudillos. Ofendidos, mis amigos comenzaron a dejar el lugar.

En ese momento supe que al día siguiente estaría escribiendo estas líneas. Y qué mejor acompañamiento que el apoyo fotográfico. Al más puro estilo reporteril saqué mi teléfono celular y comencé a tomar fotografías de las personas y el lugar (me agrada provocar a los necios y sabía que eso los iba a alterar) El cadenero joven me dijo de manera serena que no podía tomar fotografías, ya que el lugar era una propiedad privada. Se le unió el viejo, pero con una actitud agresiva, gritando el absurdo: “¡No puedes tomar fotografías porque esto no es una propiedad privada!” y de un golpe en las manos me hizo bajar el teléfono celular.

Comprendí que en realidad él quería expresar: “esto es una propiedad privada”, “¿La calle es una propiedad privada? inquirí. “Déjalo que tome su fotografía” dijo un tercer empleado que se acercó a la escena por primera vez. “Tómame fotos a mí” me dijo un indigente que estaba a mi lado, haciendo poses graciosas y sonriendo ampliamente. Durante este embrollo, la actitud de los tres cadeneros cambió junto con las reglas: “Todos pueden entrar, menos él” (refiriéndose a mí). El circo en que se convirtió la situación se volvió insufrible y abandonamos el lugar.

En el mes de Junio se llevó a cabo la decimocuarta Marcha de la Diversidad Sexual en Guadalajara. Dicho evento sirve de escenario para que los antros, bares y lugares de entretenimiento dirigidos a la población homosexual en general, establezcan su imagen y posicionen sus empresas como “socialmente responsables” y comprometidas con la igualdad de derechos, el respeto y la diversidad. Entre dichos establecimientos estuvo presente Caudillos, con el mayor número de carros alegóricos, tres. Resulta curioso cómo una empresa que toma la bandera del respeto para fines de mercadotecnia no utiliza el valor en la práctica, realiza acciones de segregación y actúa en forma contraria a lo que se necesita para erradicar la discriminación.

lunes, 21 de junio de 2010

DÍA LIBRE


Esperé dos semanas a que este día llegara. En la escuela nos llevarían de visita al Museo Regional de Jalisco y vaya que era un gran evento, ya que no solemos salir en excursiones muy a menudo. Desde temprano en la mañana comencé a prepararlo todo: al salir de bañarme ya me esperaba en la habitación mi playera blanca, unos shorts amarillos y un par de calcetines cortos, todo esto acomodado como si yo estuviese tendido sobre la cama y me hubiese desinflado. Mamá aún preparaba el almuerzo para mis hermanos y yo. Además me armó un refrigerio para la tarde: una torta de jamón con crema, cebolla y jitomate, y para beber, un yogurt de fresa. Todo cuidadosamente acomodado en mi mochila roja con amarillo, esa que me gusta tanto usar en las pocas veces que nos han llevado a pasear. “No se te vaya a olvidar el permiso firmado” me dijo Mamá meneando el guiso de huevo con chile que cocinaba.

Elsa, mi hermana, la que sigue de mí y que ya va en la secundaria, tomó su mochila y se fue. Mi hermano Adrián ya no estaba en casa y yo seguía esperando a que Mamá terminara de hacer sus quehaceres para que me llevase a la escuela. Nueve años de edad, ya va siendo hora de que me deje ir a la escuela sólo, pero ella insiste en que es peligroso caminar esas siete cuadras para un niño de mi edad. Pero como todos los días, se le ocurre hacer mil cosas antes de salir de casa: dejar listo esto, comprar lo que falta, ir preparando aquello… Y como si fuese un ritual que hay que repetir día con día, ir al baño siempre antes de salir “no vaya a ser que me den ganas y luego no llegue a tiempo”

Y hoy no fue la excepción; ya eran las dos de la tarde y seguíamos en casa. Comencé a desesperarme un poco, pero me calmé a mi mismo pensando que no había razón alguna para preocuparse, total, muchos niños también llegan tarde y lo único que ocurre es que todos los demás les gritan fuertemente “¡Buenas noches!” desde sus lugares.

Minutos después salimos finalmente y Mamá sugirió que debíamos tomar un camión en lugar de ir caminando, como lo hacíamos de costumbre. La calle estaba algo vacía, poca gente y no había coches circulando, algo extraño para la calle en donde vivo. No me pareció que fuese a pasar algún camión pronto, pero Mamá se adelantó a mi respuesta y cambiando de parecer simplemente dijo: “Sí llegamos, mejor vámonos caminando”, como si me hubiese leído el pensamiento. Para ese momento mi grado de desesperación había ido ligeramente en aumento. Pasamos por la cremería de la señora Elodia “¿No quieres llevar un Yakult?”

Me pareció que no era momento de detenernos para comprar más alimentos, pero, un Yakult no era mala idea. Algunos minutos después y ya íbamos de nuevo camino a la escuela.

Las últimas tres calles antes de llegar se alargaron más de lo esperado. Que el autobús encargado de llevarnos al museo se fuera sin mí no me había parecido una opción tan probable como lo fue en ese momento. Me preguntaba si mis amigos ya estarían en la escuela, ¿Ya habrían entregado sus permisos para ir de paseo? ¿Alguno lo habrá olvidado, provocando que se retrase todo y sea él quien reciba las burlas en vez de mí? Julio vive muy cerca, seguramente ya habrá llegado. A Alejandra siempre la trae su tía, muy puntualmente. Tía que por años pensé que era su mamá, esa señora tan joven y malhumorada. Espero que Enrique no vaya porque de seguro se la pasará molestándome y haciendo bromas sobre mi estatura.

Con estos pensamientos estaba cuando vi pasar un camión blanco, grande. Era uno de esos que parecen estar hechos por completo de lámina, los que no circulan por las calles tan a menudo, esos que los maestros contratan para paseos especiales. Lo vi pasar frente a la escuela, transitar de lado a lado sin detenerse, hasta perderse de vista. Todavía a una cuadra de distancia Mamá y yo nos detuvimos repentinamente. No hizo falta que alguno de los dos dijese algo para entender que ese era el camión, que aún nos quedaba una cuadra por caminar, que ya era demasiado tarde y que se habían ido sin mí. Enojado, amargado y triste quería reclamarle a Mamá: ¿Por qué siempre te dan ganas de ir al baño antes de salir? ¿Por qué tienes que lavar los trastes antes de llevarme a la escuela? No se ofenderán y se irán a otra parte si los dejas sucios ¿Por qué le tienes que contar a mis tías todas las cosas vergonzosas que suelo hacer y decir sin querer? ¿Por qué siempre me dices que yo debería ser más como mi primo Lalo? él que aún siendo un niño es siempre tan cortés y educado en las reuniones familiares. ¿Y por qué caminas tan lento siempre?

Sí, quería reclamarle todas estas cosas y más, muchas más. Pero no dije nada, por otra parte ella se limitó a decir “Si no nos hubiéramos parado por el Yakult, sí hubieras alcanzado a tus compañeros”

Me ofreció llevarme hasta el museo, pero dije no. En realidad no me emocionaba la idea de ir al Regional de Jalisco, ni siquiera sé qué es lo que exhiben ahí. Lo que atraía mi atención era salir de la escuela entre semana, como pocas veces ocurría, cantarle las típicas canciones molestas al conductor y sobre todo andar por la calle con mis amigos, sin uniforme. Desde ese momento y hasta llegar a casa me dediqué a pensar cómo fue que todos en la escuela decidieron dejarme, así tan descaradamente: ¿se habrán preguntado por qué no llegué? ¿Alguno habrá sugerido que me esperasen un momento más? ¿Cómo la estarán pasando? Ya podía escuchar las bromas al día siguiente si alguien descubría lo que me ocurrió.

Esta ha sido una larga tarde en casa. Mamá está de nuevo en sus quehaceres, preparando algo en la cocina que hace sonar mucho el aceite y saca grandes nubes de humo por la ventana, seguramente estará cocinando papas a la francesa o enchiladas. No puedo ver qué es porque estoy aquí, sentado en la sala viendo Los Thundercats, comiendo yogurt de fresa y Yakult. Es tan rara la sensación de estar en casa a estas horas, ver en la tele programas que ni siquiera sabía que se trasmitían, fijar la mirada en el piso del patio, mirando cómo avanza el Sol de la tarde, de una manera en que hacía mucho tiempo no veía. Mi torta sigue empacada, le eché una mirada y descubrí que el olor a cebolla ya perfumó por completo mi mochila favorita. La torta luce aplastada, mojada y con una servilleta que se le ha pegado por completo. No la comeré; ese tipo de tortas no se hacen para comer en casa.