En la plaza Juárez, donde suele colocarse el tianguis cultural de la ciudad los estudiantes sólo ocupaban la mitad de la avenida 16 de septiembre y el jardín de la Biblioteca Pública del Estado olía a orina. A las once de la mañana comenzaron a avanzar los cinco contingentes de universitarios en demanda de presupuesto para la casa de estudios pública del estado de Jalisco.
Policías sin pistolas, sólo macanas. Los de seguridad pública también funcionaron como agentes de tránsito. Las calles estaban habitadas prácticamente por policías y manifestantes. Los comercios cerrados, los funcionarios refugiados detrás de los cristales de sus dependencias, resguardadas por personal privado de seguridad, todos con cara de expectación. Así lucía la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Cultura y la de Seguridad Pública. Las calles perpendiculares a la vía de la manifestación estaban desoladas también, el tránsito interrumpido también en éstas.
“Emilio, puñal, te coge el cardenal”
Uno de los argumentos del gobernador de Jalisco Emilio González para no entregar a la Universidad los recursos que ésta solicita es que la institución educativa no es lo suficientemente transparente en sus cuentas y que los funcionarios no invierten el dinero en el desarrollo académico, sino en proyectos de negocio, en especial en foros de espectáculo. Uno de esos foros es el Teatro Diana. Los manifestantes pasaron enfrente de éste recinto sin mayor desasosiego, mientras un hombre que portaba una mochila era aprendido por policías justo enfrente del Teatro, al cruzar la calle. El personal de seguridad pública (cinco policías varones y una mujer) le quitó al hombre dos grandes cuchillos, como de carnicero. Lo esposaron, lo sostuvieron contra la pared y revisaron sus pertenencias. En la mochila no encontraron alguna otra arma.
Donde se encuentra la Secretaría de Seguridad Pública comenzaron a aparecer los policías armados: pistolas, rifles, chalecos antibalas. Fue una cuadra más adelante donde se juntaron dos contingentes, para formar una masa conformada principalmente por tres centros universitarios regionales, uno de la zona metropolitana y tres preparatorias. Fue entonces cuando la avenida fue ocupada en su totalidad por los universitarios.
“Emilio culero, queremos el dinero”
Personal de la universidad con función de apoyo iban vestidos con playeras amarillas. Éstos se encargaban de mantener a la multitud en un grupo más compacto que desperdigado, por medio de lazos del mismo color. Uno de ellos, un hombre a bordo de una motocicleta se encargó de sacar de la manifestación a un anciano que deseaba participar:
- Usted puede apoyar, pero de aquel lado de la calle, váyase para allá.
El anciano usaba un bastón, ya que tenía una evidente dificultad para caminar debido a una deformidad en la pierna izquierda. El hombre de la motocicleta alegaba que el anciano estaba ebrio y no era conveniente que éste se integrara a la aglomeración. El protestante frustrado tenía una gran mancha en su pantalón, posiblemente de orina.
- ¡Pero si yo soy guerrillero!
- No señor, no puede estar aquí - Y le frenaba el paso adelantándose en su vehículo.
Ante la negativa del anciano de retirarse, el hombre en la motocicleta recibió el apoyo de un policía. Éste último fue más contundente y con palabras menos amables, lo obligó a irse.
¿Qué pasó señor? ¿Por qué no lo dejaron entrar a la manifestación?
- Que porque no soy estudiante- respondió el anciano.
Su nombre es Carlos. Continuó:
- No soy estudiante, pero ayudo a las luchas. Protestando contra el gobierno para que haya nuevas escuelas-
Carlos estaba más informado que algunos de los estudiantes que asistieron a la marcha, ya que algunos eran entrevistados por reporteros de televisión y al momento de ser cuestionados por el móvil de la manifestación, éstos no sabían qué responder y se enredaban con sus propias palabras.
El policía no le permitió al señor Carlos incorporarse ya que “se acababa de tomar una cerveza” según explicó. Y terminó:
- Hasta la victoria siempre, dijo el Che Guevara. Vamos a darle en su madre en el Palacio- refiriéndose al gobernador.
La congregación masiva se concentró en la plaza al frente del Teatro Degollado. Contingentes de preparatorias, centros universitarios y trabajadores de la Universidad entraban a la plaza en bloques de personas que parecían nunca terminar. La marcha se interrumpía por minutos, colmando un gran espacio cuadrado que parecía agotarse por minutos de recibir a tanta gente. Un estrado con apariencia más cercana a un escenario estaba al final de la plaza.
Profesores, trabajadores y administrativos estaban arriba del estrado acompañados por los presidentes municipales de Guadalajara, Tlaquepaque y Tonalá, así como por el rector de la Universidad, Marco Antonio Cortés Guardado y el escritor Fernando del Paso.
Sonaba en los altavoces dispersados por la Plaza Liberación:
“Estamos ante un grupo intolerante que no comprende a la comunidad universitaria. Un gobierno que ha desplegado una campaña de lodo para desprestigiar a la Universidad”
“No permitiremos que este gobierno de clase fascista trate de frenar el desarrollo de nuestra alma mater”
“Gobernador, ¡Escúchanos!”
Al terminar las participaciones al micrófono de algunos de los ocupantes del estrado, 3 Mother Funkers, un grupo musical comenzó a tocar y la masa a desintegrarse. Tomó cerca de dos horas para que las calles de Guadalajara comenzaran a tomar de nuevo un aspecto habitual, cuando los estudiantes regresaron a los autobuses que los condujeron a los puntos donde comenzaron la manifestación.
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