martes, 16 de julio de 2013
La inconveniencia de desbloquear un Amigo Kit
miércoles, 27 de febrero de 2013
Restaurantes de Ocotlán son de "fin de semana"
sábado, 25 de agosto de 2012
Descanse en paz
lunes, 11 de abril de 2011
El agujero clausurado
El sótano de los libros y las revistas es la antesala de lo que era el glory hole más grande de Guadalajara. También era el alivio para los cientos de compradores del Centro Histórico que no encontraban otro lugar para orinar.
La gente podía llegar pronta y pasar al baño directamente, sin siquiera hojear un poco las revistas, sin fingir una actitud de potencial comprador al que no se le debe negar un baño.
También era común la historia de aquellos presurosos por el uso del sanitario, pero que podían aguantarse unos minutos más y echaban un ojo a las publicaciones, para despistar a los guardias y a los vendedores del Sanborn’s que está en avenida 16 de Septiembre y Juárez.
Es desde septiembre del año pasado que este punto de encuentro ha ido perdiendo su fama. La administración decidió cobrar cinco pesos a cada persona que desee usar el baño y brindar el servicio gratuitamente a sus clientes, ya sea del restaurante o de la tienda, siempre y cuando acrediten su compra con la respectiva nota de venta.
Con la imposición de la cuota y el paso de los meses, el baño del Sanborn’s ha cambiado su ambiente. Ya no hay una larga fila de hombres esperando un mingitorio libre o un retrete. Ahora ellos pueden darse el gusto de elegir el que luzca más limpio. Pero las historias de aquel tiempo cuando el baño era gratis permanecen en la memoria.
Los cuentos urbanos de la Guadalajara homosexual apuntan al sanitario de este Sanborn’s como un lugar de ligue cotidiano y encuentros sexuales furtivos. Los hombres que deseaban descargar sus potencias seminales con la ayuda manual de otro varón se posaban frente al repertorio de revistas, fingiendo interés por alguna de ellas: Traveler, Expansión, Perros & Compañía, Vogue o 15 a 20, no les importaba mucho cual.
Francisco Mora, quien en la actualidad ofrece a los clientes las toallas para secar las manos y el jabón, relata:
“Yo no estoy en contra de ningún homosexual ni de preferencia ni nada, cada quién su cotorreo, pero se la pasaban allá en los libros, nomás viendo quién entraba. Y entraban y salían, y entraban y salían. Nomás estaban allí a ver si agarraban algo, checándose en los mingitorios. Y eso se acabó, ya no entran de esa gente, de esos chavos, sino que llegan directamente a lo que vienen. Eso estaba creando una fama bien enorme. A esta sucursal ya le decían Sanborn’s Gay por tanto chavo. Y ya no”.
En los lapsos entre que atiende a un cliente y al siguiente, Francisco explica que el servicio es más “exclusivo” a partir de que cobran por el uso del baño.
“Mucha gente todavía reniega. ¡Son cinco pesos, carnales! Un pesito más y te vas en el camión, pero aquí entras y todo está a tu disposición: jabón, papel hasta para llevarte a tu casa. Hay gente que le jala y le jala al papel y se lo llevan”.
- “Adelante joven, buenas tardes”. Y continúa:
“Si entras a cualquier otro baño público son tres pesos lo que te cobran, pero desde que entras te dan tus cinco pedacitos de papel y es tu bronca si alcanzas o no. Entonces sí es mucha la diferiencia”.
- “Suerte mi señor, ¡buen provecho!”.
Carlos Ortiz tiene 32 años y es cliente de Sanborn’s 16 de Septiembre. “El otro día llevé mis revistas al carro y dije ¡Ay! me anda del baño. Entonces regresé y no me dejaron entrar”. Le negaron: “No, no, lo siento, no trae el comprobante”. Él respondió “¡Oye pero te acabo de comprar!”. Y opina: “¿Qué les pasa? ¿Por qué están generalizando? Puede haber gente que sí compró, pero que por alguna situación se le olvidó el ticket o se lo dio a un familiar. Si quiero entrar al baño y no me traje el ticket no me dejan pasar. ¿Y esos cinco pesos a dónde van? A la empresa. ¿Quién se está beneficiando? Ellos”.
“A fin de cuentas la gente que entra al baño, entra a ligar, entra a lo que sea, pero también puede ser cliente. Y estoy seguro que la mayoría de los Sanborn’s pueden ser parte fundamental de un tipo de grupo, de homosexuales, de emos, de lo que sea. Somos clientes todos”.
Francisco Mora; el empleado y Carlos Ortiz; el cliente, tienen una breve discusión sobre las ventajas y las injusticias de que el acceso al baño sea restringido. Los clientes entran y salen ya sin detenerse a intercambiar miradas entre ellos. Mientras, el agujero que alguna vez sirvió de puente entre un miembro y otra boca, ya está clausurado con una placa y tres tornillos.
lunes, 14 de marzo de 2011
La hora de las bicis
La gente en Centro Magno bebía café, miraban los escaparates y subían las escaleras que conducen al cine. De pronto, dos, tres, seis, más de cuarenta ciclistas irrumpieron al interior de la plaza comercial.
Comenzaron a dar vueltas al Starbucks que está al centro de la planta baja, con el escrutinio de las miradas curiosas. Ellas, ellos y sus bicicletas subieron las escaleras eléctricas y se adueñaron de la atención de todos los visitantes. “¿Para qué es eso?” Se comenzaban a preguntar.
Los elementos de seguridad privada comenzaron a actuar. Uno de los guardias se abalanzó sobre uno de los ciclistas para tratar de evitar que este subiera con bici por la escalera automatizada.
“No puedes subir con la bicicleta” le decía el guardia al joven mientras trataba de evitar el ascenso de la bici. La poca fuerza del empleado no evitó que el ciclista y su medio de transporte llegaran hasta el tercer piso de la plaza. “Es que también soy cliente, es mi bicicleta” decía el protestante.
Los motivos del movimiento ciclista
Fernando Hernández, mejor conocido como Micro en las redes sociales fue al cine de Centro Magno hace aproximadamente dos semanas. Encadenó su bicicleta en una de las jardineras del exterior del centro comercial. Cuando salió de la plaza se dio cuenta de que le habían robado su medio de transporte.
Buscó una cita con los administradores para tratar el asunto, pero no recibió respuesta. Es por ello que decidió protestar y armar un Flash Mob, que es un movimiento de expresión donde personas se reúnen para apropiarse simbólicamente de un espacio público y así comunicar ideas a los observantes sobre lo que les gusta, apasiona, inconforma o contraría.
Por medio de Twitter y Facebook, Micro convocó a los ciclistas de la ciudad para que se dieran cita ayer a las seis y media de la tarde en Centro Magno, con cascos, coderas, canastillas, banderas con bicis pintadas y las mismas bicicletas, por supuesto. El objetivo; exigir a la administración de la plaza que instale ciclo puertos para que clientes como Micro, puedan realizar sus compras despreocupadamente.
La gente aplaudía, gritaba, echaba porras. Los más de cuarenta ciclistas recibieron el indiscutible apoyo de la clientela de Centro Magno. Pero el movimiento no fue del agrado de la seguridad, ni de algunos de los locatarios. Un joven encargado de una tienda de celulares expresó: “No está chido que metan bicis aquí”.
La discusión
Micro, mediante un altoparlante planteó dos opciones para el personal de seguridad, ante decenas de miradas que se asomaban por los balcones de los tres niveles de la plaza. “Una es que nos vayamos de aquí como llegamos porque no les caímos bien a los de seguridad y la otra es que nos den chance de consumir aquí con nuestras bicicletas adentro para que no nos las roben. Ustedes dicen”.
Fue en ese momento cuando comenzó una discusión entre Micro, el resto de los ciclistas y el personal de seguridad, en especial con Antonio Morales, que preocupado por su trabajo, les pedía a los manifestantes que sacaran sus bicicletas con frases como las siguientes:
“Es que es en serio, saquen las bicis allá afuera, no los estoy corriendo”.
“La manifestación se puede hacer de otra manera, no entrando en una plaza, donde es privado”.
“¡A poco nomás por una bicicleta robada estás haciendo esto!”.
“Los invitamos a que vengan a la plaza, a que consuman, a que se diviertan, pero sanamente”. A lo que Micro respondió: “¿Y venir en bicicleta no es sano?”.
Alrededor de las siete de la tarde arribaron dos policías de la Dirección General de Seguridad Pública de Guadalajara y Maricarmen Almaral, una de las administradoras de la plaza.
Los manifestantes ya se retiraban, pero a las afueras del centro comercial se sumieron en una discusión con los policías y la administradora. Los oficiales alegaban que esa no era la manera de expresar inconformidades a una empresa, que lo correcto era enviar cartas a la administración y Maricarmen Almaral sostenía por su parte que nunca recibió la visita de Micro para tratar de solucionar su problema por una vía menos llamativa que el Flash Mob.
Se van
Al grito de “¡Ciclo puerto, ciclo puerto!” los manifestantes abandonaron la plaza a las siete con diez minutos con dirección al Parque Revolución. “Allí vamos a estar conviviendo un rato”, expresó Micro por el altavoz.
2, 812 pesos fue el consumo total de los ciclistas en la media hora aproximada que estuvieron al interior de la plaza, cifra que sumaron con notas de venta de helados y cafés principalmente.
lunes, 21 de febrero de 2011
Los cuentos a la calle
Todos los domingos en la Vía Recreactiva las familias pueden asistir a escuchar narraciones al aire libre
La idea de llevar a las calles a autores como Agustín Yáñez y Jorge Ibargüengoitia es para sembrar en los niños y las niñas el placer por la lectura, así como para conocer las historias que a los pequeños les pasan por la mente.
“A mí me fascina el que nos estén acompañando y participando. Está lleno el espacio, a lo mejor porque tenemos poquitos lugares pero regularmente ha habido gente. Ellos se van contentos”.
Aseguró que adultos, niñas y niños disfrutan de escuchar cuentos, pero que el espacio de lectura también invita a los asistentes a escribir y compartir sus propias narraciones: “Aquí aparecen textos extraordinarios que podrían estar en cualquier libro de literatura. Eso es muy bueno”.
El Faro de la Lectura tiene visitantes ocasionales y otros que acuden cada domingo. Ana Luisa Medina (a la derecha en la fotografía, vistiendo una blusa rosa) acudió por primera vez y prometió volver con su pequeña hija.
Pero además, Ana Luisa tiene sugerencias para mejorar el espacio de lectura, el cual tiene dos principales deficiencias:
“La música (proveniente de las carpas vecinas a la de El Faro) no deja escuchar al narrador. Hay que respetar la zona, si es de lectura pues la gente se distrae. También un mejor sonido para que se aprecie mejor”.
Lo anterior lo expresó ya que el altavoz del que se vale Isidro Delgado el Cuentacuentos, se oye distorsionado y opacado por la interferencia de una señal de radio que se alcanza a percibir en segundo plano. Es una falla notoria, pero que según los encargados no ocurre con frecuencia.
viernes, 10 de diciembre de 2010
¿Por qué nos 'encanta' Mc Donald's?
Deje de lado lo refinado
Cuando la gente lee reseñas de restaurantes en publicaciones especializadas y revistas de entretenimiento, lo que encuentra generalmente es publicidad disfrazada de reportaje. Dicha publicidad trata principalmente de lugares “refinados” y costosos.
En esta ocasión nos ocuparemos de un lugar costoso, pero no refinado. Mc Donald’s es el restaurante de comida rápida más famoso en el planeta. No hace falta remitirnos a estudio de mercado alguno o estadística; sino que alcanza con preguntarle a cualquier niño: “¿A dónde te gusta que te lleven a comer tus papás?” y la respuesta será casi inmediata, con una sonrisa de ilusión incluida.
¿Dónde puede encontrar un restaurante de estos? Prácticamente en todo México y el mundo. Tan sólo en la ciudad de Guadalajara, Mc Donald’s cuenta con 14 sucursales y seguirá abriendo más (cinco sucursales nuevas al día a nivel mundial, según gestiopolis.com).
Así se vive
Por si usted es una de esas rarezas que nunca ha pisado un Mc Donald’s, cuando se decida a hacerlo, vivirá la experiencia así:
Atrás de una serie de computadores color azul encontrará jovencitos y muchachas en vaqueros azules y camisas polo color rojo, con delgadas líneas en amarillo. Estos jóvenes de gorra lo saludarán mecánicamente y le preguntarán que es lo que desea ingerir.
Con la ayuda de las engañosas imágenes que están colocadas donde todo comensal las puede ver, usted se decidirá por una hamburguesa y sus complementos. El joven o la chica tratarán de persuadirlo (y esto siempre es así) para que usted se lleve una hamburguesa más grande, le agregue más ingredientes o disfrute un postre más calórico aún.
Es aquí donde entra la justificación de por qué decimos que Mc Donald’s es costoso pero no refinado. Lo que usted vislumbra como una comida sencilla puede terminar siendo “mejorada” por tocino, guacamole, algún pan especial y un McFlurry con un poquito más de galletas. Todo en tamaño extra, lo cual aumentará considerablemente la cuenta a pagar, la que le aconsejamos pague en efectivo, ya que si deslizan su tarjeta, le cobrarán cinco pesos adicionales al total.
Transcurridos cinco o diez minutos (cuando el restaurante no se encuentre copado de gente ansiosa de carne, de ser así la espera será mayor) su orden le será entregada, ya sea para llevar en una bonita bolsa de papel reciclado o para comer allí, en una charola plástica.
Nuestra experiencia
Para nuestro día de comida rápida elegimos el jueves porque es cuando los restaurantes de esta cadena ofrecen su mejor hamburguesa al precio más bajo: la Big Mac cuesta sólo 37 pesos, cuando en el resto de la semana el costo puede superar los 100 pesos, dependiendo de la ciudad y la ubicación de la sucursal (en zonas turísticas y aeropuertos todo el menú suele ser más caro).
Pedimos comida para el momento y para llevar. Pero ¿qué pasa? Las hamburguesas llevan cátsup, mostaza, mayonesa, salsa si se gusta. ¿Dónde están? Tenemos que advertirle que es usted quien debe pedir que le den estos sazonadores. Y lo tiene que hacer con la cantidad exacta de sobres, de lo contrario, no le darán nada.
Y llegó la hora de comer. Nuestras Big Mac reposaban en sus respectivas cajas de cartón. Al abrirlas descubrimos unas hamburguesas que nos sugerían cómo fue su proceso de preparación:
El pan, parcialmente caliente. En el fondo de la caja de cartón, algunos trozos de lechuga que no atinaron a caer dentro de la hamburguesa y denotaban la rapidez con que ésta fue preparada. La carne, como si una aplanadora le hubiese pasado a la vaca por encima: oprimida y triste.
Pero todo lo anterior importó poco al momento de dar el primer mordisco, bocado inaugural que le arrancó buena parte a la hamburguesa de una vez, lo que fue verdaderamente triste al dar cuenta de la fugacidad de sus proporciones. Ese aderezo Big Mac que los mortales no sabemos qué contiene, esa cátsup ácida que combina a la perfección, esas papas saladas en demasía que ingeríamos una seguida de otra hasta terminarlas todas. Es por ello que nos “encanta Mc Donald’s” como bien reza su eslogan.
Reconocemos que es malévolo, que lo que en países desarrollados es considerado comida barata y rápida, en México no lo es, ni lo uno ni lo otro, pero nos gusta. Nos gusta sencillamente por su sabor, ese dejo de Mc Donald’s en el paladar que caseramente jamás se podrá igualar. Sabemos que no es saludable, pero pocas cosas en la vida lo son, así que ¿por qué preocuparse?
Por esta y por mil razones más nos declaramos patológicamente enamorados de Mc Donald’s. Y lo seguiremos estando.