lunes, 14 de junio de 2010

NO QUIERO


Me tomó una hora despertarme por completo. De un lado para otro volteo mi cuerpo tratando inútilmente de motivarme a pegar un salto fuera de la cama. ¿Me pides que te cuente cómo es un día normal en mi vida? Lo que tengo son varias razones para no hacerlo: en primera, tengo mala memoria, por las tardes me resulta difícil recordar qué fue lo que desayuné si alguien me lo pregunta. La segunda, aún no puedo pensar, sólo siento. Me gusta la sensación de las sábanas que se pegan por completo a mi cuerpo, imagino las líneas que trazan sus hilos al tejerse unos con otros, como aparece en esos anuncios que venden detergentes para ropa. Poco a poco la lucidez cedida durante la noche vuelve a entrar en mi cabeza, dejando la almohada en la que la dejé encargada.

Nunca planeo las cosas con demasiada anticipación, me parece que pensarlas diez minutos antes de hacerlas es más que suficiente, así salen frescas y de efectos impredecibles. Este estilo de rutina tendría que resultar en una vida llena de emociones y actos insospechados. Pero la verdad es que no: todos los días transcurren sólo con diminutas diferencias.

Y ahora, ya que me lo pides haré una excepción y trazaré un camino de lo que será mi jornada: Me levantaré por el lado izquierdo de mi cama, como cada día, me pondré los shorts que dejo siempre en el sillón y saldré de mi habitación a buscar algo de comida. Sobre la estufa encontraré dos cazuelas de barro: una con frijoles y la otra con algún guiso que de seguro llevará chile en sus ingredientes, uno muy picante. Mi mamá se habrá ido a practicar deporte con sus amigas, pero teniendo el cuidado de dejar el almuerzo listo. Tal vez deje mi desayuno a medias, ¡Vaya que ese chile pica! muerde, quema.

Para ese entonces ya habré gastado bastante tiempo y tendré que apresurarme para tomar un baño y salir a prisa, no quiero perder el autobús de las diez veinte de la mañana y llegar tarde a la escuela.

Después de dos horas de camino, llegaré a la que ha sido mi segunda casa durante casi un año. Me gusta que mi universidad se vea pequeña desde fuera, pero que una vez entrando en ella parezca que se alarga hasta casi llegar al monte que se encuentra a sus espaldas. La luz del sol que se refleja en el pavimento suele nublar mis ojos, así que caminaré pronto y sin detenerme para evitarme la incomodidad.

Siempre tengo hambre. Una vez que llegue al salón me darán ganas de ir a la cafetería por unas galletas y una vez allí me apetecerán unas papas fritas del autoservicio de enfrente. Después, unos tacos al pastor, o tal vez ir a comer a la casa de mi amiga Monserrat, que queda cerca, que siempre nos recibe tan amable y que tiene una cama a la que no puedo resistirme. Tal vez sea un cuento de las abuelas, pero a mí sí me ocurre: justo después de comer no quiero hacer otra cosa mas que dormir, pero no podré hacerlo, llegará el momento de volver a clase por ese mismo camino que empaña la vista.

Será casi de noche cuando regrese a casa y deba viajar otras dos horas para poder quitarme la ropa y volver a ponerme el short que guardo en el sillón. Pero antes de eso, tendré que bajarme del autobús y caminar por esas calles al lado de la avenida que tan misteriosas características presentan: un alumbrado público que no hace del todo bien su trabajo, esa casa deshabitada que pretender demostrar lo contrario con una lámpara opaca encendida a la puerta, los talleres mecánicos custodiados por perros que amenazan con salir a atacar en cualquier momento. Seguramente me asustaré con mi propia sombra cuando sienta que ella se me acerca demasiado, como si fuese la de alguien más. Caminando, esquivando a las personas, ignorando sus historias, así hasta llegar a casa.

Sí, todo esto comenzará a suceder en cuanto ponga un pie debajo de la cama. Pero hoy he decido no levantarme, así no tendré nada que contar.

1 comentario:

  1. jesus dijo
    creo que es bueno unn cambio de rutina sin embargo pienso que el dany badillo que he visto hasta ahora no maneja asi la historia para despertar, yo diria mas bien que sus cualidades y su actitud positiva vuelven larutina de dejar la cama una aventura imprescindible dia con dia, por eso es capaz de imaginar...

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