domingo, 6 de diciembre de 2009

EL PLÁSTICO SIEMPRE SE CONVIERTE EN BASURA

Está por llegar. Y con él, la desenfrenada carrera por ganar el último pavo vestido de plástico del refrigerador en Wal- Mart, ese mismo que eriza los vellos si se mantiene el brazo adentro demasiado tiempo. Y con él, la búsqueda incansable del muñeco de acción, ese visto tantas veces en los espacios comerciales, el que recrea nebulosamente la imagen de algún personaje en boga de la televisión, hecho de plástico, por supuesto.

Así es, Santa Claus is coming. Y con él las cegadoras fachadas de las casas, que presumen intrincados juegos de luces y adornos invernales, (también de plástico), mismos que sobrecargan el contacto eléctrico y pueden ocasionar una electrizante tragedia, Dios no lo quiera, ya que está a punto de nacer.

No hay duda, Santa Claus is coming y nada hay que se pueda hacer. Pero, ¿desde cuándo Santa Claus is Coming en inglés y desde una tierra remota hasta este lugar del mundo? ¿Desde cuándo comemos pavo congelado y compramos en Wal-Mart panes “italianos” made in Bolivia? ¿Por qué insistimos en crear atmósferas tan aberrantes a nuestro entorno, haciendo paisajes gélidos en recibidores y escaparates? ¿Cuándo descubrimos que el significado de esa fiesta es compartir un materialismo endoculturizado de importación?

La respuesta a esta última cuestión pareciera ser simple: Siempre ha sido así, al menos para las generaciones más jóvenes. Pero esa lata de Coca – Cola que baila sin cesar portando un minúsculo gorro rojo me hace pensar que las cosas no son así de simples. Tratando de encontrar algunas respuestas, mi atención se desvía y me pongo a averiguar de qué está hecha la campechana Coquita navideña. Sí, plástico fue el material elegido, en realidad sólo era para corroborar.

No hace falta ser un estudioso de las ciencias sociales, o aplicar métodos antropológicos de observación para percatarse que la sociedad mexicana está integrando constantemente conductas y costumbres originadas en el país vecino del norte. Pero lo verdaderamente lamentable de este asunto no es la falta de una identidad original como cultura y sociedad, sino que todas estas costumbres aprendidas se basan en el consumismo, la simpleza y lo material, son simple y burdo plástico.

Por otra parte, este año se ha caracterizado por ser un lapso especialmente desfavorecedor para quienes pretendan llevar a cabo una celebración. Resulta difícil, claro, cuando la sociedad se pierde cada vez más en una vorágine de conflictos y crisis económicas. Resulta difícil celebrar cuando no se vislumbra una salida a este problema, y peor aún, cuando cualquier pequeño punto esperanzador de progreso se aleja cada vez que la sociedad extiende su brazo hacia él. También resulta difícil celebrar cuando ni siquiera conocemos por qué celebramos. Aunque pensándolo bien, esta última cuestión nunca ha importado demasiado, sino que el chiste es celebrar.

Los típicos rituales decembrinos no nos han aportado nada nuevo en ninguno de sus capítulos, los que se transmiten una vez al año, (al menos, la industria de Papá Noel no ha decidido hacer una segunda o tercera temporada en cualquier otra época del año, algo así como “Navidad 2.0, vive el verano al máximo”)

Una vez más veremos cómo la ciudad se transforma en “La ciudad Navideña por excelencia”, como a alguna mente se le ocurrió, de manera arbitraria, para bautizar a Guadalajara. Veremos el centro histórico lleno de luces, colores, Nochebuenas, aparadores llenos de tentadoras ofertas y a una masa que no se empezará a preocupar sino hasta el mes de Febrero, cuando haya que liquidar su cuenta de ese lugar en el que “su crédito vale más que el dinero”.
Pero los ánimos no decaen, comeremos ensalada de manzana, haremos intercambio de regalos y beberemos ponche en posadas que sólo el nombre ostentan.

“Además de celebrar el nacimiento de Jesús, es hora de reflexionar, de ver qué hemos hecho bien en este año y cómo podemos mejorar en el siguiente” diría cualquier sacerdote al ser cuestionado sobre el verdadero significado de la navidad. La realidad es que poco importa el recién nacido para quienes buscar encajar en la sociedad, comprándole al hijo, a ese que tienen enfrente y les pide de comer cada día, el juguete que les ha solicitado afanosamente desde que lo vio por primera vez, en aquella venta pre- navideña del almacén de moda, allá por los tiempos del mes de septiembre.

Y sobre el 2010 y cómo podemos mejorar, cierto es que situar la mirada en los próximos meses resulta algo conminatorio e incierto. Considero esa una de las razones por las cuales la gente prefiere disfrutar en diciembre, y sufrir por lo menos por 5 meses después: “será otro año ya.” Algunos investigadores señalan que el mexicano contemporáneo celebra para desviar su atención de la crisis social, cultural y financiera en la que ha vivido toda su vida, toda la vida, y de esta manera poder sobrellevar la carga, pero habrá que preguntarnos: ¿Habrá alguna ocasión para analizar una forma para evitar una perpetua celebración en el México de nuestros días? Tal vez estemos demasiado ocupados recogiendo la basura y enmendando los estragos de la posada del día anterior, ya que el plástico siempre se convierte en basura.

3 comentarios:

  1. Interesante. Aunque creo que ya es indudable que el 2010 será peor. Saludos y te invito a mi blog también.

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  2. La navidad y el plástico son dos palabras que invariablemente van unidas. ¿Pero qué hacer desde nuestra trinchera? Esto precisamente, mostrar tu desacuerdo en un blog. La navidad es y ha sido un truco (bien logrado) del capitalismo, levanta la economía y hace que se mantenga en movimiento.
    Aunque también provoca que los que no alcanzan a tener una navidad como se "debe" caigan en depresiones y entonces surja el índice más alto de suicidios en el año.
    Yo por lo pronto, voy a Liverpool a comprar unos cuantos regalos para la familia, eso sí, llevo mi bolsa reciclada porque estoy en contra de que utilicen esclavos para fabricarlas.

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