-Sí hija, ¡Muy pronto va a llegar! ¿Verdad que te vas a portar muy bien con él?- Pero esto no se lo explica, ¿Por qué deben tener otro niño en casa? La verdad es que la idea nunca la entusiasmo en lo más mínimo. Ver durante varios meses a Papá y Mamá hablando todo el tiempo sobre el bebé que estaba en camino, comprando juguetes y adornos para la que sería su habitación. La actitud de ambos había cambiado completamente, ¡Qué extraña se ve Mamá con sus amigas bebiendo soda en biberones! Todos en esa fiesta parecían muy entusiasmados hablando de Mario, como Papá decidió ponerle al nuevo bebé.
Después de algún tiempo, no recuerda cuánto, ella estaba en el patio de la escuela con sus amigas, jugando a perseguirlas, cuándo en medio de todos los niños entró su hermana mayor con una sonrisa ligera, esquivando a los niños que se divertían a su alrededor. –Tenemos que irnos, Mario ya está aquí.- No entendía porqué tenía que dejar sus juegos para ir al hospital con Mamá, en fin, el bebé ya había llegado, pero su hermana le tomó de la mano y dejaron la escuela, después de esperar algunos minutos afuera de la oficina de la directora, donde ambas mujeres seguramente trataban asuntos importantes.
Con todo ese desperdicio de tiempo su hermana decidió ya no ir al hospital y se fueron directo a casa. Estando la niña sentada en la sala, perdida entre los recortes de su libro de actividades, vio entrar a Mamá con una enorme y esponjada cobija azul, y a Papá con una maleta pequeña y varios papeles en la mano.
Corrió a abrazar a Papá como todas las noches cuando llega de trabajar, cuando finge que es un oso y aprieta sus mejillas con las de la niña, cuando ella siente la barba que le raspa y Papá la suelta después de un momento. Pero esa vez fue diferente: – Guarda silencio Gaby, tu hermano está dormido- fueron sus palabras. Desde ese momento supo que las cosas no serían iguales.
Es un intruso metido en su familia. Sólo escucha la voz de Mamá diciendo –por favor guarden silencio, guarda silencio- Odia esas palabras, ¿En realidad tienen que repetirlas todos los días? El olor a plástico está por todas partes, le quema la nariz. Le molesta que toda la casa esté tan cerrada, tan caliente, y lo peor de todo, parece ser que ella es la única que se da cuenta de todo esto. Parece ser que ella es la intrusa. Papá y Mamá no se dan cuenta que esa pequeña cosa trata de separarlos a ella y a sus padres. Sí, está segura, ese es su plan. Los separa cada noche que grita sin cesar, entre las atenciones incansables de Mamá. Le parece increíble que una criatura tan pequeña pueda llorar tan alto que hasta los vecinos de la colonia deseen que se calle de una vez. Ese bebé los separa a ella y a sus papás vez que ellos lo cargan, lo miran por largos ratos y no se cansan de cuidarlo, esa es la realidad.
Es El ladrón de Padres. No podría llamársele de otra manera. Sólo se calla si alguno de los mayores lo mima y lo mece constantemente, en ese momento su llanto cesa como por arte de magia. Esta nueva rutina no le complace. Ahora su papá no llega a casa para darle sus grandes abrazos de oso. Ahora está cansado y dice que sólo quiere dormir un poco antes de que el bebé vuelta a despertarse. Sólo le queda recordar los días felices cuando eran sólo sus papás y ella, y algunas veces su hermana mayor, cuando ella iba los fines de semana a visitarnos. Pero con la hermana nunca hubo mayor problema, ella es grande y tiene muchas ocupaciones, no tiene ningún reparo en compartir sus papás con ella.
Un día solitario, así como todos eran desde que El ladrón de Padres llegó, Gaby se acercó al cunero que se encontraba en la habitación al final del pasillo. Si no puedes con el enemigo, únete, pudo haber pensado la pequeña cuando decidió conocer a la criatura que había entregado tantos cambios en su vida, ya que hasta ese momento, se había negado a verle el rostro al desapacible Mario.
Un hombrecito duerme tranquilo entre sábanas. Al pasar de los días Mario ha resuelto pasar más horas en silencio. La tranquilidad de la habitación le hace pensar a Gaby cómo ese pequeño la ha hecho tan infeliz y no puede evitar hacer muecas mientras lo contempla.
Como suele suceder, perdió. Esa tarde pudo haber pasado escuchando los graciosos sonidos que el bebé hacía al respirar, descifrando el fuerte olor que emanaba de su cabeza, tratando de desempuñarle las manos de una vez. Perdió. Lo sabe y no se arrepiente, lo supo desde la vez que no pudo aguantarse la risa ante su nueva máquina de hacer burbujas salivales, desorientado y sin dientes. Quiere él sea su mejor amigo cuando sean grandes, y ella el de él. Mientras tanto será el guardián de sus sueños.
estupendo... el ensayo...me gustó mucho... pero obvio no es mejor que el original...
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